Gnosis hacia el siglo XXI


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El Gran Tesoro

Cuenta una vieja leyenda, que se pierde entre la noche de los siglos: Fue cuando el sol salió por primera vez en el horizonte, que los dioses del antiguo imperio amanecieron preocupados. Así lo mostraban sus rostros, y sus ojos, y sus alientos.
Iban a entregar el gran tesoro, (la verdad) y buscaban un lugar fácil para el hombre y la mujer, un lugar fácil para los ancianos, y los jóvenes, y los niños.
         Dijo la voz del viento: “Coloquémoslo en la tierra para que el hombre lo encuentre al sembrar el maíz y el trigo”-Así dijo- porque sus dominios se extendían en las montañas y rocas, en los pantanos y valles.
         "No" -dijo Cabellos de Brisa Marina- "Coloquémosle en el mar, para que el hombre lo encuentre en los peces y las aguas" -Asi dijo- porque sus dominios extendíanse entre los mares y ríos, las lagunas y arroyos.
         Beso de Estrella los miro y dijo: “Coloquémoslo en el firmamento, para que el hombre lo encuentre en las nubes y el sol, al levantar su mirada”. –Así dijo- porque dominaba los astros y los espacios.
         Fue cuando habló el Dios Grande, el de los ojos eternos, el que hizo el maíz con hebras de su barba  rubia y con masa de nube: "La tierra tendrá sus tesoros entre los bosques, bejucos y piedras. El mar tendrá sus tesoros y entristecerá al hombre con sus cantos nocturnos. El cielo tendrá sus tesoros y deslumbrará el rostro del hombre. Pero el gran tesoro lo colocaré dentro del mismo hombre, en su propio ser, porque, aunque el hombre encuentre difícil lo fácil, oscuro lo claro, al conquistar el gran tesoro dentro de sí, será entonces, sencillo y eterno".  

         La búsqueda de la verdad es una constante que permea la historia de los pueblos y las razas que se han sucedido en el escenario de este planeta tierra. Conocer es un derecho y una necesidad propiamente humana. "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”, dijo el Maestro de Maestros, Jesús el Cristo.
Sin embargo, orientarse uno en el camino hacia la consecución de la verdad nunca ha sido cosa fácil, especialmente en estos tiempos. Son muchas las teorías espiritualistas y materialistas contradictorias entre sí, la mayoría de ellas, que se combaten mutuamente hoy en día, pretendiendo acercar al hombre a la verdad, y son muchos los que buscando la liberación espiritual han caído en la esclavitud psicológica, en el fanatismo más degradante o han encontrado la muerte de la forma más absurda.
No hay duda de que vivimos tiempos de crisis mundial y de bancarrotas de todos los principios morales y de las instituciones que sirven de cimiento a la vida en comunidad. Pero lo más triste y significativo de la hora actual es la confusión reinante en la mente y en los corazones de mucha gente, que ya no cree en nada, ni en nadie, todos los ideales se han ido cayendo, uno a uno; no se espera nada y nada ya se ama.
Tenemos además, junto a esto, y quizás como consecuencia, un hedonismo rampante, instalado como un hongo en el seno de la sociedad de consumo. El hombre común, el hombre-masa, se ha dedicado a la búsqueda exclusiva de los placeres sensoriales, en una carrera loca contra el tiempo para lograr el máximo nivel de confort, sin medir las consecuencias desastrosas en el orden psicosocial y ecológico.


La Gnosis y sus orígenes

   Dentro de este panorama, un tanto desolador de mediados y finales del siglo XX, reaparece la Gnosis como una alternativa real para un cambio en el rumbo que lleva nuestra actual civilización.
         Sobre el origen de la Gnosis y su significado profundo ha habido grandes estudios y polémicas a través de la  historia. No obstante a partir de ciertos pergaminos, encontrados en el subsuelo de Egipto, a mediados de este siglo, mucho se ha venido a aclarar sobre la esencia del conocimiento alcanzado por los gnósticos de principios de la era cristiana y el origen de ellos.
         Se ha venido a demostrar, con los papiros de Nag Hammadi,  que la Gnosis no fue el resultado de una deformación del cristianismo, como solía pensarse, ni que fue una herejía esencialmente cristiana. Una conclusión importante a la que se ha llegado es que la Gnosis es más antigua que el cristianismo.
         De manera, pues, que ninguna persona culta caería hoy, como antaño, en el error simplista de hacer surgir las corrientes gnósticas de a1guna exclusiva latitud espiritual, filosófica o cultural.
         Si bien es cierto que debemos tener en cuenta, en cualquier sistema gnóstico, sus elementos helenísticos orientales, incluyendo Persia, Mesopotamia, Siria, Palestina, Egipto, etc., nunca deberíamos ignorar los principios gnósticos perceptibles en la filosofía, la religión y la cosmovisión de los Nahuas, Toltecas, Aztecas, Zapotecas, Mayas, Chibchas, Incas, Quechuas, etc., de Indo-América.
         A través del diccionario encontramos que el vocablo Gnosis es de origen griego, pero en los libros sagrados de la India, existentes desde los tiempos inmemoriales, hablan de la Gnosis, a la que designan con el nombre de Guptavydia o Sabiduría.
         La Gnosis ha adoptado pues varios nombres de acuerdo a la época o lugar en que se ha desarrollado (Jana, Yana, Gnana, etc.), pero su significado siempre ha sido el mismo: Conocimiento. En su sentido más profundo, la Gnosis se ha relacionado siempre con el resurgimiento de una ciencia o corriente ligada a la explicación de los fenómenos físicos y metafísicos del hombre.
         Pitágoras, el eximio filósofo griego, fue uno de los primeros en ofrecer la síntesis del contenido esencial de la palabra Gnosis, decía que esta contiene la luz que fue, es y será.
         Es la Gnosis, aquel principio eterno, cósmico, oculto en el fondo mismo de la conciencia como un funcionalismo muy natural, una filosofía “Perenne et Universali” que en cada tiempo y lugar se reviste del símbolo para transmitir una verdad impersonal y atemporal, pero que guarda una correspondencia perfecta con nuestra vida terrenal.

El Gnosticismo Universal
La palabra Gnosticismo encierra dentro de su estructura gramatical, la idea de sistemas o corrientes dedicadas al estudio de la Gnosis. Es el Gnosticismo, como tradición, un conjunto grandioso, un cuerpo de doctrinas cuyos postulados se encuentran en el origen de todas las religiones y de todas las filosofías.
Todas las corrientes que pertenecen al puro y auténtico gnosticismo coinciden en que no es mediante el cultivo del frío inte1ectualismo de tipo subjetivo, ni con la experiencia y ensamble de datos fundamenta1mente sensoriales que vamos a encontrar esa verdad que esta más allá del cuero de los afectos, de los deseos y de la mente. La verdad sólo puede ser aprehendida mediante la comprensión y la intuición, con la mente quieta y en silencio, libre de conceptos y preconceptos, libre de prejuicios y dogmas.
         Por lo tanto, la técnica de la “interiorización” o introspección, es el método fundamental de experimentación y verificación que promueve el gnosticismo universal como única vía para alcanzar el conocimiento de las realidades trascendentales que muchos conocen en teoría, pero muy pocos han evidenciado en la práctica.
      La búsqueda es hacia adentro del propio espacio psicológico, pues ciertamente, como dice la leyenda, la verdad, “el gran tesoro”, se halla en el interior de cada hombre. Esta es la esencia del mensaje colocado en el frontispicio del tempo de Delfos en Grecia: “Hombre, conócete a ti mismo”. 


Los Cuatro Pilares del Saber Universal
         La Ciencia, el Arte, la Filosofía y la Religión son los cuatro pilares sobre los que descansa el templo de la  sabiduría Universal y a través de los cuales se expresa la ETERNA GNOSIS.
         En el pasado los verdaderos sabios llamado Magos, Consejeros o Maestros, poseían un conocimiento integral y eran a la vez que científicos, poetas, sacerdotes, médicos, astrónomos y esencialmente filósofos, amantes del saber no especializado.
         El gran desgaste y degradación de esta generación se debe en gran medida al divorcio entre la ciencia y el arte, entre la filosofía y la mística. Es muy difícil, si no imposible, encontrar hoy día personajes de la talla de un Leonardo Da Vinci quien, además del portentoso artista que fue, era un científico destacado, gran religioso y buscador del saber profundo.
         La enseñanza gnóstica se basa en la comunión entre la Ciencia,  la Filosofía, el Arte y la Mística; busca rescatar los más elevados valore individuales de la vida gregaria. Comprende que la vida se presenta vacía si no persigue la trascendencia, la realización del Ser.
         Esto no sería posible sin desarrollar la emoción superior, la que humaniza la ciencia, sublima el arte, eleva la filosofía y cristaliza el misticismo. La Gnosis es la poesía del entendimiento, la rosa de la filosofía, la luz de la ciencia, la eterna primavera mística.
         ¡Sea la primavera de afuera, también dentro de nosotros!



La Gnosis y la Ciencia   
La Ciencia estuvo originalmente integrada a la filosofía; es aquella parte del conocimiento que va dirigido a la experimentación y verificación práctica de los postulados teóricos. La matemática es su lenguaje.
         La ciencia gnóstica es la ciencia exacta que poseyeron los  sabios  antiguos  con  la cual pudieron desarrollar portentosas  maravillas  que  la  ciencia  de  los 

modernos no ha podido descifrar, como son, por ejemplo, las famosas y enigmáticas pirámides de Egipto, y otras tantas obras de ingeniería y arte que requirieron, para ser erigidas, un alto y sofisticado conocimiento matemático, astronómico y técnico que ha quedado guardado en los archivos del tiempo.
      La ciencia Gnóstica sabe que lo visible es sólo una manifestación de lo invisible. Este principio es verdadero para todos los fenómenos de la naturaleza y establece la diferencia fundamental entre la ciencia de los antiguos y la de los modernos.

La ciencia Gnóstica se ocupa de lo visible únicamente para descubrir lo invisible que representa. Desde esta perspectiva se estudia el origen de la vida, de las especies y del hombre tomando en cuenta la realidad de las dimensiones superiores del espacio con lo cual se resuelve el enigma de la interacción causal de los fenómenos de la Naturaleza y del Cosmos.


La Gnosis y la Filosofía
         La filosofía es el amor a la sabiduría. Su método es la introspección que nos conduce al conocimiento directo aunque ella participe también, de la reflexión evidentemente.
Se puede decir también, que la filosofía es la búsqueda eterna del saber que el hombre necesita aprehender para librarse de la limitación de la temporalidad de la existencia y del no-ser que representa la conciencia egoica que lo separa del todo. 
        No hay nada sorprendente en el hecho de que, en estas condiciones, la filosofía se haya dividido en dos corrientes. La primera tuvo origen en la lógica de Aristóteles que sostenía la posibilidad de llegar a la verdad por medio del razonamiento basado en premisas consideradas irrebatibles. Esta filosofía, que se llamó “escolástica”, evolucionó más tarde en la Metafísica con su máximo exponente en la persona del filósofo alemán Emmanuel Kant, quien estudio a fondo las posibilidades del entendimiento humano y marco el fin de la Era de la razón.
         La otra filosofía siguió otra dirección, siempre más o menos oculta, en el sentido de que siempre se cubrió con el velo del misterio y transmitió sus enseñanzas solo a través de un lenguaje alegórico y simbólico basado en una lógica distinta. A través de Platón y Pitágoras, esta filosofía sostenía tener su origen en los Hierofantes egipcios y en el mismo fundador de su ciencia, Hermes Trismegisto. De ahí que se haya llamado Hermética (gnóstica).
       Esta filosofía se distingue además, por el hecho de que nunca se ha conformado con ser puramente especulativa o teórica. De hecho, siempre ha perseguido una finalidad práctica: llevar a la mente la información de verdades o principios aplicables al universo y al hombre, buscando una transformación del hombre común al Hombre Real a través de la comprensión y aplicación de esos mismos principios.
         La filosofía Hermética plantea que es imposible evitar el uso de símbolos a la hora de expresar verdades trascendentales.
        Los símbolos corresponden a ideas arquetípicas, a ideas de tipo supra-racional, que escapan a los normales análisis del racionalismo subjetivo. La filosofía Hermética se distingue por su capacidad de poder alejarse de las palabras y sumergirse en la contemplación de las cosas tomadas en sí mismas, en su propia esencia.


La Gnosis y el Arte
       El arte es la expresión y búsqueda de la belleza, de la verdad, a través de la armonía de los colores, de los sonidos, de las formas, etc., siendo a su vez testigo fiel de esa gran obra humana que llamamos cultura.
En todas las grandes obras de la literatura universal, en las producciones aportadas por los grandes genios de la música,  la pintura, la escultura y la arquitectura, han estado presente y manifiesta la Gnosis. Las grandes verdades universales pueden ser aprehendidas a través de la emoción superior que todo genuino arte provoca.
Tenemos que dejar asentado que existen dos clases de arte: primero, el arte subjetivo, segundo el arte objetivo. El arte subjetivo diríamos que a nada conduce, sirve de adorno, de entretenimiento o distracción. Es la expresión de conocimientos o hechos intrascendentes, circunstanciales, verdades relativas a un tiempo y espacio determinado, por lo tanto pasajeras.
El arte objetivo es el arte regio de la naturaleza, el Arte Trascendental que se relaciona con verdades permanentes, eternas,  válidas en todo tiempo y lugar. Obviamente, tal arte contiene en sí mismo verdades cósmicas, se relaciona con el Ser, como lo Real. Este arte regio esta fundamentalmente sobre las leyes que rigen el Universo y toda la creación.
El arte gnóstico lo encontramos en todas las piezas arcaicas, en las pirámides y en todos los viejos obeliscos del Egipto de los faraones, en el México antiguo, entre los mayas, en las reliquias arqueológicas de los aztecas, zapotecas, toltecas, etc., en los viejos pergaminos de la  China milenaria, en las grandes obras literarias, música, pintura y escultura de la lejana India, la Europa medieval con sus catedrales, etc.


La Gnosis y la Religión
La historia ha demostrado que el hombre no puede vivir sin la idea de una vida trascendente, si la idea de un Dios (Alá, Tao, Zeus, Jehová, etc.). Ciertamente, el hombre no puede vivir sin religión. Dijo un gran sabio: “La religión es a la vida como la humedad al agua”.
Deberíamos distinguir entre lo que es poseer una ideología religiosa y lo que es ser verdaderamente religioso. Todo aquel que sea capaz de vivenciar la verdad, es profundamente religioso, aunque no pertenezca a ninguna religión. La íntima relación de la Conciencia con la verdad es religión.
Todas las religiones son buenas. Todas las religiones son “perlas preciosas engarzadas en el hilo de oro de la divinidad”. Todas las religiones que han transitado y dejado sus huellas en el devenir de la historia, manifiestan las mismas verdades eternas; podemos decir, sin temor a equivocarnos, que no existen religiones falsas.
Es absurdo decir que la religión del vecino no sirve y que solo la mía es verdadera. Esto es como querer tapar el sol con un dedo y es síntoma del fanatismo ciego, que tanto daño ha hecho en el desarrollo de los pueblos y a la religión en sí misma.
Es estúpido decir que la religión de las tribus indígenas de América es idolatría, entonces ellos también tienen derecho a decir que nuestra religión es idolatría. Y si nosotros nos reímos de ellos, ellos también pueden reírse de nosotros.
Bajo el sol, toda religión nace, crece, se desarrolla, se multiplica en muchas sectas y muere. Así ha sido siempre y así será siempre.
Los principios religiosos nunca mueren. Podrán morir las formas religiosas, pero los principios religiosos, es decir, los valores eternos nunca mueren. Ellos continúan, ellos se revisten con nuevas formas.


   

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